Este 27 de noviembre se conmemora un aniversario más del horrendo crimen perpetrado por el Gobierno español: el fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina que no habían cometido delito alguno.
El 23 de noviembre de 1871, exactamente tres años después del alzamiento de Céspedes en La Demajagua, 45 estudiantes del primer curso de Medicina fueron acusados por un hecho que no cometieron. El celador del Cementerio de Espada los señaló como responsables de profanar la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón, quien había muerto en Cayo Hueso el 31 de enero del año anterior, en un duelo con el patriota cubano Mateo Orozco, por insultar a las mujeres de la emigración cubana calificándolas de prostitutas. En esta ocasión, la injusta acusación contra los estudiantes fue apoyada por Dionisio López Roberts, el gobernador político de La Habana.
Tras un oscuro y fugaz proceso jurídico caracterizado por reiteradas manipulaciones, de una manera arbitraria decidieron encausar a ocho de los estudiantes acusados, con el propósito final de que identificaran a los posibles responsables de la supuesta profanación. Como ninguno tenía algo importante que decir, el silencio de los jóvenes indignó al Gobierno colonial y al Cuerpo de Voluntarios de La Habana.
Para dar un escarmiento a la participación del estudiantado universitario en la insurrección contra el poder español, fueron declarados culpables y condenados a muerte Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, de 16 años de edad; Anacleto Bermúdez y González de Piñera, de 20; Eladio González Toledo, de 20: Ángel Laborde Perera, de 17; José de Marcos Medina, de 20; Juan Pascual Rodríguez Pérez, de 21; Augusto de la Torre Madrigal, de 20, y Carlos Verdugo Martínez, de 17 años, quien se encontraba en Matanzas el día del presunto delito.
Los ocho estudiantes fueron fusilados el 27 de noviembre en la explanada de La Punta, frente al Castillo de los Tres Reyes del Morro, en La Habana. Dos oficiales del ejército colonial reaccionaron indignados contra estas injusticias. Los capitanes de infantería Nicolás Estévanez Murphy y Federico Capdevila Miñano renunciaron a continuar prestando servicios en las fuerzas coloniales.
En 1873 el hijo de Gonzalo de Castañón viajó a La Habana y visitó la tumba de su padre. Declaró que el panteón no había sido dañado. Así se ratificó que los jóvenes fusilados eran inocentes.
Cada año, el 27 de noviembre, la juventud cubana y el pueblo en general, acuden unidos a La Punta, el lugar donde fueron vilmente asesinados los Ocho Estudiantes de Medicina. Allí, frente al monumento que se erige en su memoria, se les recuerda con profundo respeto y se les rinde el homenaje que merecen, a ellos y a todos los estudiantes y los jóvenes cubanos caídos en defensa de la Patria. (Tomado de Juventud Rebelde)