Por: Yelandi Milanés Guardia
En este septiembre cederista, alegra conocer a personas como Joaquín Florencio Medel Santana, a quien no bastan las horas del día para estar entregado por completo al buen funcionamiento de su comunidad.
Estar en el hogar de la familia Medel-Lastres, horas previas al otorgamiento del Premio del Barrio, fue una hermosa oportunidad para constatar que, en torno a esta parentela, gira la vida de los habitantes de la zona 73 de Yara.
Coincidieron varias personas buscando solución a sus problemas, o pidiendo orientaciones para garantizar la fiesta y la caldosa, que no pueden faltar en un festejo cederista.
Es como si todos sintieran suyo el reconocimiento de esta familia con varias décadas de quehacer ininterrumpido en el barrio, relación que inició Medel Santana cuando tenía 14 años, en el poblado de Cayo Redondo, donde vivía luego de haber nacido en la zona rural de Palo Seco.
Su primer cargo en los CDR fue de financiero, al que prosiguieron los de presidente, coordinador de zona, coordinador municipal y vicecoordinador provincial.
Se desempeñó alrededor de 16 años como cuadro profesional , pero los méritos los atribuye más al trabajo en la base, como coordinador de la zona 73 de Yara, que a la condición de Vanguardia Nacional, obtenida este año por décimo tercera ocasión consecutiva.
Dice que sus logros los debe a los 844 cederistas del área, y resulta interesante conocer los motivos por los cuáles también merecieron, hace cuatro años, la bandera 28 de Septiembre.
“Es una zona con alrededor de un centenar de donantes de sangre. El 76 por ciento de las viviendas tienen sembradas, en su patio o en el frente, frutas, viandas, hortalizas y plantas medicinales.
“Cumplimos el plan de cotización al ciento por ciento y hemos entregado a la coordinación municipal el 101 por ciento del aporte a la patria. También tenemos un trabajo destacado en las donaciones de sangre, con 54 donaciones hasta la fecha”.
Como es evidente, estos éxitos se han alcanzado gracias a la sabia dirección de Medel Santana, quien lidera a sus vecinos desde la humildad, y convencido de que la comunicación afable y correcta garantiza el entendimiento, mucho más si el ejemplo acompaña a la palabra.
En varias décadas de trabajo, se ha percatado de que en la mayor organización de masas de Cuba hay un gran potencial, porque te puedes encontrar a un médico, un maestro, un albañil o a alguien con habilidades para arreglar un equipo.
“También hay personas con aptitudes para aglutinar a otros, y hay hasta a quienes se les dan bien las actividades culturales y festivas. Y a todos ellos hay que aprovecharlos. Por eso creo que no hay problema que surja en el barrio, que no tenga solución”.
En su filosofía de trabajo y de vida, está no maltratar a nadie, porque, según piensa: “Hay que tener mucho tacto y sobrellevar las conversaciones, porque pienso que no se debe ripostar, ni generar enfrentamientos”.
El aval de Joaquín incluye la participación en tres congresos cederistas, el segundo, el tercero y el noveno, lo cual lo ha provisto de una enorme experiencia: “Los CDR han sido una gran escuela, en la que he aprendido a desarrollarme. Pero los resultados no solo provienen de la sabiduría obtenida con los años, sino del constante e invaluable apoyo de mi esposa, Regina de la Caridad Lastres Pérez, mi retaguardia y con quien dejo todo tipo de informaciones a las personas que llegan a mi hogar en busca de orientaciones”.
Importante para este septuagenario líder es el trabajo político- ideológico con los jóvenes, pues en ellos descansa el futuro de los CDR, para que se mantengan revitalizados.
“Debemos trabajar con los jóvenes e incluirlos en nuestras actividades, para irlos sumando poco a poco, de manera que no vean a los CDR como algo ajeno, sino como una organización cercana y familiar”.
Igualmente, sobresale la atención a familias vulnerables, constituidas, generalmente, por personas solas o enfermas, a las que se apoya en las compras y con la limpieza del patio y del frente.
El combate contra la pandemia de la Covid-19 puso a prueba la capacidad de Joaquín como dirigente.
“Era muy difícil suministrarle a las casas aisladas todos los recursos que demandaban y, además, preocuparnos por los enfermos. Había momentos en los que creíamos que no dábamos abasto, pero, afortunadamente, siempre aparecía una persona dispuesta a cooperar”.
Una de las lecciones inolvidables para este hombre es que los CDR son heterogéneos y requieren saber llegarles a todos, porque su tarea no es restar, sino sumar. Él reitera que las cuadras y barrios de Cuba necesitan vecinos hermanados y solidarios, dispuestos a compartir cuanto tienen, no lo que les sobra.
En su opinión, el trabajo de la organización lo hizo crecer como persona, y la vida le demuestra que ningún esfuerzo es en vano, pues, aunque él y sus vecinos no persiguen premios, cuando se obra bien, ellos vienen como valor añadido.
Interrogado sobre cómo quiere que lo recuerden, mostró sorpresa por unos instantes, acalló sus palabras y luego dijo: “Como un hombre trabajador, consagrado a los CDR. Como alguien que anheló que todo lo que hacía siempre diera el mejor fruto, como todo lo que nace de la mente y las manos de un hombre de bien”.