Centinelas de roja y azul pañoleta

Por: Jordan polo Vázquez

Recuerdo las ansias porque llegara la noche, la inquietud que nos colmaba a todos en el aula. Todavía faltaban algunas horas para que sonara el timbre de salida y sin embargo no se hablaba de otra cosa; era el boom en la escuela ese día.

– ¿Tú irás en uniforme o de civil?

La respuesta era clara y rápida: “de uniforme”. No podría ser de otra forma, usar la pañoleta roja o azul era lo que te distinguía como pionero, si no la llevabas solo te convertías en un niño más, uno que pudiera ser de cualquier latitud del planeta y no en un pionero cubano.

– ¿Y tu mamá te va a dejar ir esta vez?

– El año pasado estaba enfermo y por eso no pude ir, recuerda que fue cuando me salieron las “bombitas de agua” por todo el cuerpo. Pero este año seré de los primeros.

– Recuerda pasar a recogerme.

– Allí estaré.

-Muchachos, atiendan a clase que para la noche faltan algunas horas todavía – dijo la maestra y de inmediato, conscientes de nuestra imprudencia, volvíamos a prestar ojos y oídos a la lección.

Tal pareciera que las manecillas del reloj no avanzaran, pero de un momento a otro el riiiiiiiiiiing anunciaba el término del día escolar; entonces el tropel de niños y niñas cargados de mochilas se alejaba del seminternado.

Los muñes a las 4:45 pm, el juego con algún primo que a veces terminaba en riña (olvidada cinco minutos después), la tarea y el baño, la comida y otra vez a ponerse el uniforme, pero ahora sin la somnolencia de la mañana.

Como cada año regresaba la oportunidad a finales de septiembre de vivir una aventura, una aventura asesorada por adultos y en la que juntos, con los compañeritos del grupo y los vecinitos, volveríamos a recorrer nuestras cuadras.

Nos encontrábamos frente a la casa de la presidenta del Comité y allí, cuando estábamos ya todos los del barrio, comenzaba la fiesta, porque cada actividad del Comité, aunque fuera una reunión, se convertía en una fiesta para los niños. Más ahora cuando los infantes superaban en número a los adultos y nos convertíamos en protectores del barrio, de nuestras familias.

Es una gran misión la de la guardia pioneril, el homenaje de los pioneros a los Comités de Defensa de la Revolución y una de las vías a través de las cuales los más pequeños se imbrican con la mayor organización de masas del país y la hacen más suya.

Cuando en la adultez miramos atrás hacia esos años mozos en los que llevábamos azul o roja pañoleta o el uniforme amarillo y blanco, la guardia pioneril queda grabada como uno de esos momentos en los que te reconoces como revolucionario en ciernes; y que te hacen reflexionar en la nostalgia acerca de cuán importante ha sido en tu formación como cubano de los tiempos que corren la Organización de Pioneros José Martí (OPJM).

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