Creo en la eternidad de los CDR

Por: Alina M. Lotti

La historia de su vida está marcada por muchas anécdotas y María Teresa Malmierca Peoli recrea cada una de ellas como si las estuviera viviendo otra vez. A sus 80 años todo le parece poco para contar. La familia, la Revolución, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Sobre ello y más conversó esta incansable mujer, apasionada, amable y dulce, como los mangos de primavera que recoge en el patio de su casa.

La más pequeña de seis hermanos (tres varones y tres hembras), de padre español y madre nacida en Guanabacoa, recibió la educación de aquellos tiempos, en que aun cuando los progenitores tuvieran poca instrucción sabían con exactitud cómo encauzar la formación de sus hijos. 

Así, entre tantas anécdotas, relató que en una ocasión sus hermanos tenían una moneda falsa, y como ella era la más chiquita la incitaron a que engañara a un “mariquero”, (un individuo que acostumbraba a vender mariquitas en el barrio). Ella regresó como una “heroína”, haciendo galas del triunfo. Cuando el padre la vio le preguntó lo que había pasado y al conocer lo sucedido le dijo: “Vaya y dígale que le perdone, que usted se equivocó. ¡¿Tú sabes el trabajo que pasa ese hombre para ganar el dinero?! Eso no se hace”. Después tuve que buscarlo, devolvérselo y regresar a casa con la cabeza gacha.

“El viejo no era culto, malamente acababa de aprender a leer y a escribir aquí en Cuba con mamá, sin embargo, era una persona de muchos principios. Trabajaba en la carnicería del barrio, y la gente se mudaba, pero ahí seguían comprando. Era honesto y, además, muy solidario”.

Activa desde el principio

De una familia muy humilde —padre masón y madre católica— María Teresa siempre supo que en su hogar se respiraban aires revolucionarios. Su hermano mayor Manolo era guagüero de la ruta 14 y así entró en el Partido Socialista Popular (PSP), que le ayudó  a conseguir  empleo haciendo encuestas en la calle.

Luego, esa misma empresa buscaba personas para hacer demostraciones de productos de belleza y como ella era “jovencita y bonita” tuvo la oportunidad de acceder al puesto.

Cuando trabajaba en la tienda Sánchez Mola, en pleno corazón de Centro Habana, le sorprendió el triunfo de la Revolución y,  aunque no se incorporó de manera directa a la clandestinidad, sí auxiliaba a sus hermanos en todo lo posible, escondiendo papeles y documentos.

Se vinculó con el municipio del Partido Socialista con el cual colaboró; vendió el periódico Hoy y participó en tareas de propaganda, mediante unos carros altavoces que recorrían la ciudad.

A partir del 28 de septiembre de 1960 cuando Fidel llamó a fundar los CDR, María Teresa empezó en la zona de Dragones, también en Centro Habana,  a aglutinar personas que estuvieran dispuestas, sobre todo de las filas del PSP, del Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.

Después, al crearse las zonas y distritos, María Teresa quedó en la dirección de ambas. “Colaboramos en el llamado censo de las grasas, pues una de las primeras medidas adoptadas por los  yanquis fue que dejaron de vendérnoslas, lo que produjo un caos. Asimismo estuvimos entre quienes efectuaron un censo de la Reforma Urbana y en la alfabetización”.

Los primeros años

Estando en la zona de Dragones la solicitaron para laborar en las comisiones de provincia, cuando se estaban constituyendo y al surgir la primera Escuela Nacional de los CDR estuvo entre sus alumnos.

En 1962 pasó a la dirección nacional. “Siempre tuve muy clara la idea —afirmó—  de cuán importante eran los CDR porque integraban a la gente del barrio, y lo mismo podíamos realizar un trabajo voluntario en la cuadra, alfabetizar, auxiliar a un viejito enfermo, hacer guardias, etc. Y, cuando la invasión de Girón ningún bandido pudo sacar la ‘pata’ porque todos estaban controlados.

“En aquellos momentos en la dirección nacional debían estar representados todos los sectores —el PSP, el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario— y José Matar, el primer coordinador nacional, desempeñó un papel fundamental, pues era una persona muy preparada y ayudó mucho en la estructura que luego fue asumiendo la organización”.

María Teresa fue dirigente profesional de los CDR durante 24 años, 15 de los cuales como vicecoordinadora; primero bajo el mandato de Luis González Marturel, (1966-1972), después con Jorge Lezcano Pérez (1972-1980) y más tarde con Armando Acosta (1980-1990), tiempo que no culminó junto a él.  

“Creo que la etapa de Lezcano fue muy importante; no solo aprendimos mucho con él, sino que nos tocó un período decisivo: la industrialización del país, los primeros congresos del Partido y de los CDR, la creación de los Poderes Populares”.

¿Qué le enseñó el trabajo de los CDR?                                         

No me hizo revolucionaria, porque ya lo era por la influencia familiar, pero me enseñó a sentirme útil en la vida y en la Revolución; yo era muy joven e inmadura. En este quehacer conocí muchas situaciones sociales de la población que me desgarraban, pues antes de 1959 en Cuba había gente en los solares muriéndose de hambre. Las circunstancias eran terribles. 

¿Cuál cree que sea el papel de la organización en la época actual?

Hay que trabajar muy duro, ya que la Revolución es lo primigenio y todavía hay cosas que no hemos resuelto. Debemos lograr que la gente trabaje y viva honradamente con el fruto de lo que aporta a la sociedad. Hace unos días mientras leía los documentos aprobados en el VII Congreso del Partido pensaba sobre lo imperioso de que siempre contemos con dirigentes honestos, capaces del sacrificio, sin interés alguno. Solo así continuaremos con el apoyo de las masas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio